por Edgar Soliz Guzmán, Movimiento Maricas Bolivia



Roberto Condori (izquierda) and Edgar Soliz Guzmán (derecha), Movimiento Marica Bolivia. Foto de Huáscar Pinto Saracho.



Edgar Soliz Guzmán es poeta, investigador literario sobre narrativas del gremio marifrunci (LGBTIQ+) en la literatura boliviana. Ha co-producido los programas radiales “Soy Marica y Que” y “Nación Marica” en las ciudades de La Paz y El Alto, respectivamente. Integrante de Movimiento Maricas Bolivia donde politiza la enunciación marica-machorra-trava y las identidades indias-indígenas-cholas. Se define a sí mismo como pobre, cholo y maricón.

Enunciación es una india-indígena-chola, disidente, decolonial, antiracista y políticamente incorrecta. Amariconamiento audiovisual como mesa de discusión horizontal marica-machorra-trava desde la ciudad de El Alto y La Paz – Bolivia. Ejercicio poético y narrativo antiacadémico que conjura voces en diálogo sudaka. Performance fotográfica desde una estética situada en la marginalidad de los andes bolivianos. Intervención callejera como cuestionamiento a toda norma que censura y silencia amariconamientos plurales. Atrevimiento lisonjero para leer la localidad de nuestras luchas y transversalizarlas con la urgencia feminista.

“Desandar la ciudad” es una intervención callejera, a manera de ocupación irreverente, de corporalidades y sensibilidades maricas aymaras y quechuas rememorando la cartografía colonial de la ciudad de La Paz, recorriendo la ciudad de indios hacia la ciudad de españoles. El gesto subversivo de este ejercicio de (des)andar está centrado en los aguayos, signo de identidad india que ambas corporalidades reconstruyen desde su memoria íntima. La urgencia de mirarse al espejo y reconocerse marica e india en un país cuya sociedad asume la heterosexualidad como hecho natural y aspira al blanqueamiento como signo de progreso, ahí la transversalidad de la lucha marica-machorra-trava e india-indígena-chola.



Poetic Exercise


todos los nombres que arrastramos no alcanzan para conjurar el azabache de esas trenzas que se extienden a lo largo de nuestros corazones como un brote de totoras que se tejen para las fogatas ancestrales donde se entregan k'oas [misterios se extienden en los jardines boyantes a pesar del sarro / florece el sullu ofrendado entre incienso y mirra / arremolinando el deseo / hueco que sostiene las peticiones de amor / atravesamos esos jardines como la savia que nutre la intimidad de la pacha / movidos por la gratitud y las flores que se abren por dentro] en honor al alumbramiento de la tierra que se rompe el cuerpo para verter vida como un ciclo que se renueva en la sangre de las vulvas discurriendo hacia adentro de los campos en procesión hacia la pacha que celebra la primavera que se consume en la pasión floreciente de la erótica anal como apertura de nuestra memoria que discurre en la tibieza de los anocheceres junto a los amores que agitan la hierba interior de nuestros cuerpos mientras un río de costado nos acaricia con su profundidad de musgo queriendo protegernos de los ojos incendiarios de esos hombres que observan la sal sobre nuestros pliegues e intentan someter el parpadeo de ese cataclismo como dolor de cordillera anunciando la hecatombe o el silencio del estruendo lluvioso que desata todas las voces interiores de nuestros apus [paisajes que nos atraviesan al correr el agua / llueve sobre la tierra que nos arrastra en el retorno / horizonte soñado / vicisitudes de esos hombres montaña buscando el fuego junto al lecho / santuario bienhechor / huamani huamani / la sed que aplaca el agua de tu vientre] que anuncian un yaraví de tiempos inmemoriales escondiéndose en la corteza de los eucaliptos que sangran debido al aire cortado de un solo tajo debido a la herida en el tiempo de la killa [madre amorosa de pupila dilatada / el retorno de su gran aliento / bocanada recomponiéndose / lenguaje que respira y atraviesa la palabra / como el canto del alba mama killa / florece en medio del páramo para la continuidad de los tiempos / sonqollay sonqollay] debido a la boca de lobo que se anuncia en el ojo que observa desde arriba y amenaza con la vara del dios de los católicos y su palabra performativa el verbo hacedor de realidades que crea y recrea inhumanidad en el imaginario de los pueblos sentenciados a la pérdida de su lengua como al destierro de su sexo por el afán genocida de esos hombres que anuncian el paraíso con la pólvora desparramada entre sus nudillos para imponerse con la norma absoluta y percatarse de la barbaridad de los indios qariwarmis  [el sexo gozoso anunciado a las líneas de la vida / vestigios de sol entre pedernales / caminos de encuentro en medio de la luna / cruzadas de libertad / otro flujo de voces jubilosas / cuerpos que rasgan sus pechos hasta hacerlos sangrar / músculos de piedra que sostienen corazones] que se celebran gozosos en la desmesura de sus cuerpos con pelos uñas y fluidos que brotan como queriendo desatarse ante la tierra como hacia el sol y la luna en la coca como en la piedra y la papa donde no hay oro que valga una vida porque la vida es un accidente en sincronía con los mundos de arriba y de abajo donde morir es la continuidad misma de un suspiro cuya ánima extraviada y obligada a callarse no tiene otro remedio que bajar la cabeza como signo de rebeldía para resistir en el tiempo la arremetida de esos hombres que en calidad de dioses colonos detentores de la palabra la civilización y el padre toman nuestros cuerpos para someterlos al escrutinio de sus nombres y pesan nuestros ventrículos para descubrir el interior de chuquichinchay [llamarada inicial en medio de la neblina / sístole y diástole como herencia de la vida / gente que se sumerge en el amor de sus abismos / nada detiene ese furor entregado a los paisajes hermafroditas / ni siquiera la orfandad / tampoco la ignominia / solo el regazo tibio de su naturaleza] y todas sus formas entregadas a los indios dos naturas como constelaciones de universos conspirando para guarecernos de esos ladridos que se intensifican anunciando la carnicería y sus fauces devorando el poco cuerpo que nos queda ante la medida de esa jauría que avanza con la bendición de su dios destrozando las tierras ancestrales a su paso y esos hombres furibundos ahora armados de ambiciones como ellos mismos tratan de explicarse por qué nuestras pieles se extienden al sol con la parsimonia de quien convive entre cauces de ríos y ciclos agrícolas y nos nombran sodomitas aventurando el fuego inquisitorio para mutilar nuestras carnes y cubrir nuestras pieles con el olor mohoso de la tierra que nos contiene amorosamente mientras nos crecen raíces en los ríos profundos donde ahogamos nuestros lamentos para renacer en las acequias como sangre fresca que brota de una herida entregada a esos hombres que celebran la muerte en la cruz de sus espadas y el cruce de nuestras vulvas que resisten su aniquilación ante la hostia consagrada y la lengua oficial para obligarnos a rezar a su padre y a su hijo con la devoción de quien le debe la vida misma para salvarnos de las atrocidades de este mundo que no existe ante sus ojos y que fue nombrado para nosotros según su inmensa bondad católica mientras nos vuelven a nombrar con el agua de sus dios una y cien veces más hasta que la herida se hace cicatriz como costra sangrante que no para de recordarnos el nombre


¿Alguien puede decirnos si su nombre le es propio?










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